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Timotes está de fiesta. Una fiesta que se celebra año tras
año en uno de los poblados más bellos y pujantes del estado Mérida. Desde el día
en que partimos a Valera, no ha pasado un festejo en que no nos encontremos con
este paraje andino hermanos, primos y esas viejas y grandes amistades de mis
padres. Y por cierto ¡Cómo ha cambiado su gente!, pero, esa es otra cosa de
hablar.
Volviendo a lo de la celebración, qué hermosa fiesta, como
no hay otra, para honrar a Santa Lucía y a San Benito de Palermo. Sus arreglos
en la iglesia, la espera ansiosa de sus pobladores para el festejo, y los giros
y giras con sus alegres y coloridos atuendos para bailar al santo milagroso.
Una misa en todo su esplendor, el padre acompañado de
numerosos curas y diáconos venidos de parroquias cercanas, preparados para la
homilía a propios y visitantes, quienes organizadamente escuchan atentos la
Palabra de Dios para luego acompañar a las diferentes cofradías y grupos de
baile al desfile que embellece y alegra con el toque suave del tambor la
caravana de santos adornados con capas abrillantadas y flores en sus imágenes.
San Benito está de fiesta. Sale a bailar cada 29 de diciembre por el pueblo de
Timotes, con una multitud que se acerca a ver y disfrutar de este bello
espectáculo.
Mi madre y mi padre, José Matías y María Elisa no se perdían
una fiesta. Antes preparaban el sancocho o la parrilla para recibir a todos sus
hijos, y más tarde a sus nietos. La casona llena de luz y alegría también está
de fiesta; cada 29 de diciembre está de fiesta, es como si ellos estuvieran
allí, regocijados en esta parranda a su santo negro, caminando por sus calles y
avenidas con su alegría y amor por lo suyo, de donde fueron nativos y donde
reposan también sus restos.
Un beso y amoroso recuerdo desde esta tierra a mis padres
maravillosos, que están en el infinito viviendo con alegría la mejor gala de
Timotes: la fiesta de San Benito de Palermo.
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